jueves, 5 de diciembre de 2013

"Se puede renunciar, al menos por un tiempo, a querer nombrar a este existente, e incluso abstenerse de significarlo como un “existente” contentándose con decir que nosotros estamos en el elemento del sentido. Como se sabe, en calidad de “conector” lingüístico, nosotros carece de significación.(..)
Nosotros: la comunidad del sentido se conecta ella misma como comunidad (...) consiste, si se puede decir así, en el sujeto de enunciación de lo que ni siquiera es todavía un enunciado, con una significación, sino que sería algo así como la comunicación general (...) que es inherente al elemento del sentido como tal. A fin de cuentas, éste no sería ni siquiera un sujeto de enunciación, sino que “nosotros” sería –o nosotros seríamos –el sentido del sentido, la apertura misma del sentido, y el sentido como apertura.
(...) la posibilidad de decir yo: se podría mostrar, en efecto, que ahí donde el ego cartesiano está suspendido, justo antes de toda significación, antes de sum y antes de cogito, este ego está tomado en el elemento de nosotros (...)
Nosotros somos el sentido. Antes de todo sentido producido o descubierto, y antes de todo intercambio de sentido, nuestra existencia se nos presenta como sentido, de tal manera que, cuando digo “nosotros”, en esta frase designo también, e indisociablemente, cada una de nuestras existencias singulares, cuya singularidad es cada vez el lugar de una presentación como ésta y el elemento común dell sentido en el que sólo puede tener lugar lo que tiene lugar de esta manera. Nuestra existencia se presenta como sentido, y simultáneamente nos presentamos a nosotros mismo. Es decir, a la vez los unos a los otros, los unos por los otros, y cada uno a sí. Comparecemos, y está apariciación es el sentido.
Este nosotros (...) anterior a toda antropología, anterior a todo humanismo y a todo antihumanismo, exige una ontología que está aun por venir, lo que no significa afirmar que vendrá, sino, tal vez, que está en sí misma, en cuanto pensamiento, dispuesta en la dimensión de un “venir” o de un “sobrevenir”: el de nuestra comparición, que es nuestra presentación en el elemento del sentido (...) Procede como una exposición: somos expuestos, ahí está nuestro ser, o eso es el sentido del ser.
El hecho de que el mal surja en el elemento del sentido –en nosotros y entre nosotros – no le da un sentido, sino que le prohíbe alienarlo bajo una significación reparadora o exorcizante, y obliga a abrir la cuestión a nuevos gastos, contrariamente a lo que hacían no hace mucho las teodiceas, después las dialécticas, y a lo que podrían hacer hoy en día los pensamientos de un retorno al “derecho” y a los “valores”.(...)
Debemos existir en el sentido que somos. Hay actualmente una exigencia imperiosa, escandalosa, de no volver ya a volver a poner el sentido en la significación sin otra forma de proceso. Esta exigencia reside en la condición que nos pone en nuestro mundo que tan fácilmente se denomina “insensato, en su dureza económica, técnica y política: reside en la pobreza, en la explotación, en la condena al hambre o al dererioro; reside en el robo de nuestros instantes y de nuestra muerte por las potencias, las promesas, los valores o los proyectos; reside en el desamparo o en la hipocrasía de discursos que significan sin tener ya sentido; reside en aquello que pone al lenguaje en crisis y en disponibilidad; reside también en esta realidad desúés de todo pasmos: que nosotros existimos en tal usura o en tal miseria, que existimos despojados, desnudos, extraviados, es decir, que nosotros o el sentido resiste, más allá de toda representación posible, tanto en el amontonamiento de las significaciones como en su agotamiento.
(...)
 Somos el plural qe no multiplica un singular –como si fuéramos la figura colectiva de una única realidad-- sino que, a la inversa, singulariza una dispersión común, esta vez irreductiblmente material y absolutamente espiritual. Somos la comunidad del sentido, y esta comunidad carece de significación: no subsume bajo ningún Sentido la exterioridad de sus partes ni la ausencia de sus momentos, ya que sólo en tanto que expuesta por y a esta exterioridad y a esta sucesión es el elemento del sentido.
(...)
 El pensamiento no es un discurso, es la disposición a la actividad pasible del acontecimiento de sentido: deja venir este acontecimiento, lo que quiere decir que lo hace advenir como tal, que lo inscribe."

Jean-Luc Nancy, "El Olvido de la Filosofía", p. 67-71

domingo, 24 de noviembre de 2013

Jalea de Pájaros (Extractos)

¡No juegues con la profundidades del otro!
- L. Wittgestein

I

Exprimir pájaros amargos
picaflores dulces
para extraer el canto
y su néctar
zumo muerto
que mancha del negro   color
de las ojeras


II

Se espera el humo aroma    del canto
perfume de pájaros exprimidos
calladamente    amortajados
con pirul
dentro de la olla


III

Déjenme morir sin dios
No claven pájaros en mi cabeza
Quiero caer   llorar
gruñendo gritar al verme
sin piernas ni manos
Que el dolor y el pánico me enciendan la mente
que mis pájaros sangren al estrellarse
contra el hocico del miedo
y sólo quede tizne
tizón del perverso canto
que miente   y dice caerá el sol sobre la tierra
y aún moribundo arrasará los campos

Sufrir, quiero retorcerme y sufrir
en el concreto del cráneo

que me trisque la nada
en la amargura de la niebla
que venga la muerte a humedecerme
con la mordida del dolor
Sólo déjenme morir solo
tranquilo en la sombra
sin la estúpida intromisión de dios


IV

Jamás podremos herir al cielo
pero sí a sus pájaros
derribarlos uno a uno
con los truenos
de un rojo y pequeño revólver
de gatillo brillante:
vértebra del trueno
relámpago


Y no será sangre lo que salpiquen las manos

sino un azul terrible inmenso
porque la mar no se repliega
nunca mar fue manso
pensar en su hechura da miedo
porque el mar es la muerte
porque la muerte
todo el tiempo fue agua
y el agua
todo el tiempo
ha sido cielo

sábado, 26 de octubre de 2013

Acerca de eso que llamamos "silencio que habla"

¿No habría un habla del silencio?
Esta pregunta sólo apunta algunas breves reflexiones que me tomaron por sorpresa cuando pasé casi dos horas en silencio, viendo el atardecer desde un hermoso balcón escondido en mi ciudad. Como la  poesía me ha enseñado, el intento por mostrar al mundo tal como es vívido conduce pronto a la negación de la palabra, y ésta, en su límite, al silencio. Pero ¿es capaz de indicar algo el silencio?
Comienzo por descartar el silencio como simple ausencia de todo lenguaje. El mutismo nada dice. No pertenece al habla sino a su carencia y sería vano discutir algo sobre él. También quisiera ignorar el otro tipo de silencio,  lleno de aspectos y sugerencias, pero que aquí no puedo exponer. Me refiero al silencio como  "señal" de ciertas vivencias psíquicas: la reserva que distingue a un alma grave o recogida; el silencio manso que oculta una actitud humilde o el altivo silencio que anuncia orgullo y desprecio; el noble silencio de quien escucha y el silencio farisaico de quien juzga. En estos casos el silencio es índice de una actitud espiritual o de un estado de ánimo y puede ofrecer una ventana abierta para el estudio de la intimidad ajena. Pertenece a un estilo de conducta, al modo como el  hombre se muestra exteriormente, ante los demás o ante él mismo. Está emparentado con el gesto y la fisionomía. Igual que un ceño airado o un ademán impulsivo, puede ser signo de un acontecer psíquico, más no significa, no designa nada acerca del mundo entorno. Por eso elijo no desarrollar más el tema; ahora sólo me interesa el silencio como componente de una lenguaje capaz de referir al interlocutor a cosas distintas de él mismo; me interesa como elemento significativo.
Siempre he pensado  que hay un silencio que acompaña al lenguaje como su trasfondo, o mejor, como su trama. La palabra lo interrumpe y retorna a él. Parece surgir de su seno, llenarlo mientras se pronuncia y hundirse en él cuando cesa. Sin un fondo uniforme y homogéneo en que se destaquen, las palabras no podrían separarse, conjugarse, dibujar una estructura. Este silencio es la materia en que la letra se traza el tiempo vacía en el que fluyen los fonemas. En otras formas de expresión tiene también su equivalente: en a  pintura, es el fondo sin color ni forma que permite, por ejemplo, el matiz del claroscuro; en la arquitectura, los vanos y  el vacío que separan y enlazan las masas tectónicas.
Este trasfondo de la palabra tiene también su lugar entre los signos materiales que emplea el lenguaje. La escritura cuenta con los signos de puntuación para señalarlo, y en la notación musical hay signos que llevan justamente el nombre de "silencios". Las pausas, el ritmo, que encuadran la palabra oral, la subrayan o destacan, son signos lingüísticos igual que lo fonemas. Pero todos ellos sólo fungen como la trama o el linde de los elementos propiamente significativos del lenguaje. En este sentido, son signos que no se refieren a nada, sino que sólo permiten la organización de los otros elementos del lenguaje. Ellos mismos no significan aún nada.
Sin embargo, en casos determinados, los silencios del lenguaje parecen rebelarse contra ese papel acompañante y querer, también ellos, significar algo. Por lo pronto su pretensión es modesta: sólo quieren designar palabras que los suceden en la trama del lenguaje. Antes de aparecer una palabra, puede haber un silencio que la anuncie. Hay pausas que indican claramente la inminencia de una frase desconcertante o imprevista; oradores y actores saben hacer buen uso de ellas. Semejante papel pueden desempeñar en la escritura los puntos suspensivos o los dos puntos y, en la música, algunos silencios tensos que indican la  inminencia de una clímax o de una melodía particularmente expresiva. En estos casos es obvio que el  silencio no sólo enlaza elementos significativos del lenguaje, también  él empieza a brotarle una vaga significación propia. Indica algo distinto de él, se refiere a otra cosa ¿A qué? A la palabra u oración que viene. Pero no  significa una palabra u oración cualquiera, sino una palabra que tenga cierto carácter expresivo. En forma vaga e imprecisa parece balbucir: "¡Atención! ¡Algo digno de nota va a pronunciarse!" Indica, en suma, una palabra tal que de algún modo no es la que fácilmente podría adivinarse o esperarse del anterior contexto. El silencio empieza a anunciar la cualidad expresiva de las cosas, aunque sólo sea por lo pronto de las meras palabras.
En este nivel, el silencio es aún simple accesorio, apéndice del contexto que lo precede de inmediato; prolonga la palabra que antecede y, sólo por ello, puede anunciar la que viene. Así, el sentido de la "suspensión" de los puntos suspensivos depende de la palabra que los precede; el de la pausa musical de la frase que acaba de silenciarse. Por otra parte, es patente que no muestra nada fuera del lenguaje mismo; la función de mostrar cosas aún le está vedada.
Pero me detengo en otro caso. Ahora el silencio suplanta a una palabra u oración y toma sobre sí la función significativa que ésta tendría de pronunciarse. Allí donde el contexto o la situación del diálogo exigiría una palabra, aparece un silencio. La palabra está "implícita", "sobreentendida" en él y el interlocutor comprende con el silencio lo mismo que comprendería si la palabra se expresase. Estos silencios son muchos  y sus significaciones varían al infinito. Hay silencios cómplices que sin palabras dicen lo que el otro quería escuchar Hay silencios que reprueban y condenan, y otros que otorgan y entregan. Hay silencios tímidos que expresan sin querer la palabra que no quiere pronunciarse y silencios perplejos que vacilan en ofrecer una palabra. En todos estos casos, es evidente que el silencio no sólo señala el estado de ánimo de la persona (su reprobación o disgusto, su pudor o su duda), también significa algo acerca de una  situación objetiva: significa lo mismo que en cada caso significaría la palabra que reemplaza. Por ello su significación es variable, ocasional, depende siempre del contexto en que se encuentra.
Pero  a través de todos sus significados variables, ¿no habrá una función significativa a todos esos silencios sea cual fuere el contexto en que se encuentren? Sólo si la hubiera podría decir que el silencio mismo significa. De lo contrario, sería la palabra implícita en el silencio, no formulada pero capaz de ser comprendida o adivinada por el oyente, la que propiamente significaría; el silencio no añadiría ningún matiz propio a la significación de esa palabra. Para investigar este punto propongo lo siguiente: reemplazar el silencio por la palabra correspondiente que sugiere y, si obtengo la misma significación, podría decir que el silencio no ha añadido a la palabra que reemplaza ningún matiz significativo propio. Pero si, por el contrario, la palabra no  dice exactamente lo mismo que el correspondiente silencio, podría descubrir la significación propia de éste.
Daré un par de ejemplo. Primero, contemplo con un amigo alguna obra de arte,  él desea mostrar sus conocimientos y profiere alguna observación que, al querer ser profunda, sólo acierta a ser pedante o cursi. Me mira buscando mi respuesta; yo guardo silencio. El silencio reemplaza una palabra de reprobación cortés. Con todo, sentimos  que si lo sustituyéramos por esa palabra, algo de la significación quedaría perdido. Pues no sólo significa que las palabras de mi amigo son impertinentes, esto es, que no están adecuadas al objeto presente a que se refieren; también significa que ante esa situación lo mejor es callarse, esto es que mis propias palabras tampoco serían adecuadas. Vagamente expresa mi silencio: "Lo que has dicho no es pertinente. Pero  si te  lo dijera, yo mismo diría otra impertinencia. Ante esto, lo mejor es callarse." Dirá alguien que entonces podríamos suplir el  silencio  justamente por estas palabras que acabo de escribir. Tampoco. Porque estas palabras, que intentan traducir lo que dice el silencio, no dicen lo mismo que éste. Decir que ante algo más vale callarse, es decir algo, algo que a su vez es improcedente; quien lo diga no dirá lo mismo que quien calle; quien lo diga formulará también un juicio inadecuado sobre lo que contempla puesto que no cumplirá con el requisito de callarse. La prueba es que esa frase puede sonarnos tan pedante, tan impertinente como cualquier otro encomio semejante.
Es el mismo tipo de silencio que podría presentarse si alguien me indicara algún hecho digno de asombro y yo respondiera con un silencio.Sin palabras, mi interlocutor escucha claramente: "no hay palabras para expresar eso". Mas si pronunciara esta frase tampoco diría palabras que expresaran eso. Por ello, lo único capaz de significado cabalmente es la negación de toda palabra. Así, el silencio significa, además de la palabra que reemplaza,la circunstancia de que esa palabra no es adecuada para figurar la situación objetiva en cuestión, o --a la  inversa-- que la situación presente no puede proyectarse en la estructura del discurso.
Pero quiero exponer aún ejemplo contrario: el silencio que aprueba o consiente. Alguien solicita un favor  yo callo él comprende mi asentimiento: ¿no dicen que quien calla otorga? Mi silencio reemplaza ahora una afirmación; pero no significa lo mismo que ésta. Significa también que esa afirmación no debe ser dicha. Dice que es una afirmación reservada, reticente, una afirmación a medias. Concede y  a la vez niega esa concesión. "Te otorgo lo que pides" dice, mas al no  pronunciar esas palabras, significa también que ellas no se adecuan al género de asentimiento otorgado; al callar dejo sentado que otorgo pero no asumo mi asentimiento. En suma, significo que mi afirmación no se adecua a a situación objetiva, no responde a mi íntima voluntad ni  describe la verdadera situación de nuestras relaciones personales.
Si analizara otros ejemplos semejantes, vería siempre una situación parecida: el silencio significa en cada contexto algo distinto; pero además añade a ese significado un matiz propio: que la palabra no es adecuada al modo como las cosas entorno se presentan, que no puede figurarlas con precisión. Esa es la significación propia del silencio. Propiamente se refiere al lenguaje en cuyo contexto aparece: deja comprender una palabra y, al mismo tiempo, la cancela al mostrarla inadecuada a la realidad que pretende denotar. Así, significa que la palabra es algo limitado y que la situación vivida la rebasa. Porque, al significar los límites de la palabra, muestra posibilidades de la palabra. El silencio se refiere inmediatamente a la palabra; pero, al negar la palabra, muestra el hiato que separa la realidad vivida, del lenguaje que intenta representarla. El silencio es la significatividad negativa en cuanto tal: dice lo que no son las cosas vividas; dice que no son cabalmente reducibles a lenguaje. Mas esto tiene que decirlo desde el seno mismo del lenguaje.
No es extraño que, en el seno de determinados contextos expresivos, aparezcan silencios  que designen directamente lo singular, lo portentoso, lo "otro" por excelencia. El silencio indica entonces una presencia o situación vivida que, por esencia, no puede traducirse en palabras; algo incapaz de ser proyectado en cualquier lenguaje. Aun en el mundo cotidiano, doquiera asome un dejo de fantasía, se encuentran estos silencios: sobre un alambre tendido en la altura baila una pequeña figura. El tambor resuena; de pronto, un silencio. Las miradas se fijan en el frágil hombrecillo. El silencio señala la angustia de la espera, además significa la inminencia del portento. Algo inesperado, maravilloso va a hacer aquel hombre. El silencio nos ha abierto de nuevo al asombro ante el mundo.
Todo lo  inusitado y singular, lo sorprendente y extraño, rebasa la palabra discursiva; sólo el silencio puede "nombrarlo". La muerte y el sufrimiento exigen silencio, y la actitud callada de quienes los presencian no sólo señala respeto o simpatía, también significa el misterio injustificable y la vanidad de toda palabra. También el amor, y la gratitud colmada, precisan silencio.
El silencio, por fin, ha sido siempre el habla para designar lo extraño por antonomasia: lo Sagrado. "Yahwé está en su templo sagrado --dice el profeta Habuc-- ante Él guarde silencio el mundo."El mundo entero se mantiene en suspenso; sólo al detener su algarabía puede  hablar de su Creador. Por ello, los gnósticos designaban a Dios con la palabra "Sigè", silencio. Y cuando los hindúes desean  significar el primer principio el Brahma, sólo pueden decir que es aquello que ninguna palabra nombra.
En un Upanishad,que sólo conozco  por lo mencionan Villoro y Calasso, se narra la siguiente historia: un joven pregunta a su maestro por la naturaleza de Brahma; el maestro calla. El discípulo insiste; idéntica respuesta. Por tercera vez, ruega: "¡Señor por gracia, enseñadme!"Entonces el maestro contesta: "Te estoy enseñando pero tú no entiendes. Brahma es silencio"; de lo contrario el maestro no hubiera preferido callar a pronunciarla. El silencio significa que ninguna palabra, ni siquiera "silencio", es capaz de designar lo absolutamente otro, el puto y simple portento. Mas en qué consista esto dice el silencio; sólo muestra "algo" como pura presencia, incapaz de ser representada por la palabra.
Por paradójico que a primera vista parezca, en todos estos casos nos vemos obligados a admitir cierta función significativa propia  del silencio. No quisiera olvidar, empero que  éste sólo puede significar en el contexto de un lenguaje; y sólo el contexto determina cuándo un silencio resulta significativo. Un silencio separado de toda palabra no diría nada; su condición de posibilidad --en cuanto significación-- es la palabra. Porque el hombre es un "animal provisto de la palabra", puede guardar un silencio significativo. En la medida en que el silencio signifique es, pues, un elemento del lenguaje, al igual que la palabra discursiva, del cual no puedo prescindir al tratar de definirlo.
Pero es el elemento más rebelde del análisis. Los símbolos lingüísticos figuran la realidad para poder representarla; el silencio significativo en cambio, no figura ni representa nada. Sólo muestra una presencia tal que ni puede ser representada por el símbolo. Por una parte, señala los límites esenciales de la palabra; por la otra, indica la pura presencia ahí, inexplicable, de las cosas. No suministra conocimiento alguno acerca de cómo sean las cosas, sólo dice que las cosas son, y que este su ser es inexpresable por la palabra. De Dios, de la muerte, del sentimiento del amor, del  hecho mismo de que algo exista no puedo dar cuenta con palabras, sólo puedo mostrar su incomprensible presencia.
Por otra parte, el silencio es una posibilidad del habla que, de realizarse, suprimiría al habla misma: es la posibilidad de su propia imposibilidad. Pero es una posibilidad que constituye al habla, de la que ésta no puede prescindir. Al igual que la muerte es una posibilidad que constituye la vida y no le es ajena --de tal modo que no sobreviene desde fuera sino que está entrañada en el hecho mismo de nacer y desarrollarse-- así también el lenguaje lleva en sí su propio límite. Tampoco el silencio suprime desde fuera la palabra; es, por lo contrario, un carácter esencial del lenguaje.
El silencio no puede ampliar el ámbito del mundo que el hombre puede proyectar en un lenguaje objetivo. Sólo puede mostrar los límites de ese lenguaje y la existencia de algo que por todas partes lo rebasa. Así muestra  el silencio que --por más que las significaciones verbales se enriquezcan-- siempre en el mundo habrá algo de que el hombre no puede dar cuenta con su vano discurso: la presencia misma del mundo en torno.
Con todo, el hecho de que el silencio sea intrínseco al lenguaje indica con claridad una capacidad inherente a la misma palabra; la del lenguaje negativo. De él dependería, en último término, la posibilidad de todos los lenguajes no discursivos de la poesía por ejemplo, que ocupa un lugar intermedio entre la palabra y el silencio.


jueves, 24 de octubre de 2013

25

Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.

Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.

Hemos andando tanto sin movernos
que los viajes ahora se descuelgan
como abrigos inútiles.
Movimiento y quietud se han desunido
como grados de dos temperaturas.

Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.

Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos substitutos.

Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.

Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.

Roberto Juarroz



miércoles, 23 de octubre de 2013

75 razones y 2 falacias para tirarse un balazo en la cabeza.

1) La vida, como consecución de instantes de los que sólo tenemos la reconstrucción imaginaria del recuerdo, es una absoluta contingencia.

2) Sólo el nombre de un dios podría salvarnos, de cualquier manera, la poesía es la ausencia de los dioses.

3) Schopenhauer tenía razón.

4) Aquellos que aman, morirán.

5) Y los que pasarán por el momento, con la gloriosa inocencia de no conocer el amor, también morirán.

6) Hay quienes lucran con el caos y han hecho la usura de nuestra miseria.

7) Hay miles de millones de estrellas orbitadas por sistemas planetarios similares al nuestro, somos un simulacro.

8) El mejor momento del arte ha sido el 4'33 de John Cage, nada hemos aprendido desde entonces.

9) Jamás podremos asumir plenamente nuestra mortalidad, estamos condenados a nuestra finitas eternidades.

10) Nuestros orgasmos duran unos pocos segundos.

11) Siempre podemos ser infinitamente crueles y jamás terminaremos de ser justos.

12) No conocemos ni una quinta parte de la escala cromática.

13) Estamos condenados a ser libres pero somos moralmente responsables de mantenernos con vida.

14) Ninguna de las teorías sobre el mundo que hemos creado nos salva individualmente decidir sobre nuestra existencia.

15) Seguimos creyendo que hay una dignidad inherente a la vida.

16) Hay bibliotecas tan grandes que no podrías agotarlas en una vida.

17) Todo lo que nos hace felices terminará por destruirnos.

18) Pessoa y Pavesse se suicidaron.

19) Jamás encontraremos la segunda parte de la Poética donde Aristóteles tematiza la risa.

20) Todo lo que se puede decir es mentira.

21) Un poema nunca será nada más que un poema.

22) Hemos asesinado a todos nuestros profetas.

23) Sólo nosotros construimos en lo abierto.

24) Hace 100 años que pudimos dejar de trabajar y construir una civilización que justificara nuestra miseria.

25) No tenemos mundo sin lenguaje.

26) El capitalismo ha pasado de ser un modo de producción a convertirse en un proyecto histórico.

27) Si nos destruimos quizás podamos encontrarnos.

28) Todos nuestros dioses han intentado asesinarnos.

29) Para José Gorostiza la creación cabía en un vaso de agua.

30) Tenemos un vocabulario infinitamente limitado para hablar del tacto y el olfato.

31) Hemos devenido esclavos de nuestras creaciones.

32) Nuestras ciudades terminarán por aplastarnos

33) La democracia nació en un pueblo que esclavizaba a más de la mitad de su población.

34) Actualmente producimos diariamente lo suficiente como para alimentar al mundo 3 veces.

35) Algún día podremos volcar toda nuestra conciencia en máquinas y carecer de cuerpos físicos.

36) Según la medicina somos cuerpos perpetuamente enfermos.

37) Somos partículas que se piensan a sí mismas. Hegel tenía razón.

38) Se ha demostrado que tanto el SIDA como el cáncer fueron enfermedades "confeccionadas" por la técnica.

39) Seguimos creyendo que creemos.

40) Toda partitura es una aproximación que hace el instrumentista de lo que quiso decir el compositor.

41) Estamos incapacitados como civilización para comprender auténticamente cualquier tipo de espiritualidad.

42) No hay solución para el problema de los continuos en la teoría de conjuntos.

43) La matemática es la verdadera ontología.


44) La clonación humana es casi un hecho.

45) Sólo amamos cuando entendemos la imposibilidad de la posibilidad de la posesión del otro.

46) Pronto podremos llevar al espacio nuestra miseria.

47) Mozart murió sin terminar el Requiem.

48) Hemos inventado una bomba que destruye todas las formas de vida pero deja los edificios en pie.

49) Cada hora desaparecen 2 hectáreas de selva en el mundo.

50) La llamada muerte natural es un proceso de oxidación del cuerpo.

51) No experimentaremos nuestra propia muerte.

52) El libro rojo de Mao ha sido el libro más vendido de la historia.

53) No tiene ningún propósito reproductivo que sintamos placer durante el sexo.

54) La mayoría de las personas tienen una imagen del mundo del siglo XIX.

55) Si desapareciéramos como especie los ecosistemas tardarían menos de 100 años en estabilizarse.

56) Somos más de 7 mil millones de personas en el mundo.

57) Morirá la lengua en la que he escrito esta lista.

58) Pasamos un cuarto de nuestras vidas dormidos.

59) Evítese la desgracia de morir en un hospital.

60) Seguramente podríamos extender esta lista indefinidamente.

61) Aún hay gente muriendo de hambre en el mundo.

62) No habrá más grandes obras después de Auschwitz.

63) Las orquídeas están en peligro de extinción.

64) Se ha renunciado a la idea de que el comunismo sea una posibilidad real.

65) Podemos acostumbrarnos a un nivel inhumano de sufrimiento.

66) La occidentalización del mundo es el triunfo de la razón instrumental.

67) El peyote es una cactácea en peligro de extinción.

68) No volverá a haber jamás un poeta como Whitman.

69) La persona que más te ama puede intentar matarte.

70) La política moderna es una administración de la muerte.

71) Asistimos a la muerte de todos los metarrelatos que dan sentido a nuestra civiización.

72) El ateísmo es el cumplimiento lógico del monoteísmo.

73) La caja de zapatos vacía de Orozco. Esa mierda mató el arte contemporáneo.

74) El cambio climático es irreversible, es un fenómeno causado por la actividad solar.

75) Asistiremos al derrumbe económico de occidente y al alzamiento de las potencias económicas árabes-asiáticas.

76) Sólo en el umbral de tu muerte podrás conocer quién fue el amor de tu vida, y de todas formas, será irremediable.

77) A veces uno sólo puede reaprender a mirar el mundo bajando la mirada en los libros

Antes de disparar encuentra las 2 falacias.

¡BANG!

lunes, 14 de octubre de 2013

Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger



                                        "También es hora de recordar que nada
                                        es bello, ni siquiera en Poesía, que no es
                                        el caso".
                                                                                W. H. Auden

                                              A Roberto Bolaño & Kyra Galván
                                                                   camaradas & poetas

El mundo se te da en fragmentos / en astillas:
de un rostro melancólico vislumbras una pincelada del Durero
de alguien feliz su mueca de payaso aficionado
de un árbol: el tembladero de pájaros sorbiéndole la nuca
de un verano en llamas atrapas pedazos de universo
         lamiéndose la cara
el momento en que una muchacha inenarrable
      se rasga su camisola oaxaqueña
exactamente junto a la medialuna de sudor
                      de las axilas
& más allá de la cáscara está la pulpa / debajo del ojo la pestaña
Quizás ni el Carbono 14 será capaz de reconstruir los hechos verdaderos
Ya no son los tiempos en que un pintor naturalista
rumiaba los excesos del almuerzo entre movimientos
                  de gimnasia sueca
& sin perder de vista los tonos rosazules / de flores
   que no habría adivinado ni en sus más dulces pesadillas
-Somos actores de actos infinitos
  & no precisamente bajo la lengua azul
      de los reflectores cinematográficos-
por ejemplo hoy / que ves cómo Antonioni se pasea con su camarita de rutina
observado por aquellos que prefieren enterrar la cabeza entre la yerba
a emborracharse de smog o qué sé yo/ para que no aumenten los escándalos
   que ya hacen intransitable la vía pública
por los que han nacido para ser besados largamente por el sol
                  & sus embajadores cotidianos
por los que hablan de coitos fabulosos/ de hembras que no crees
                 en esta edad geológica
de vibraciones que te harían tenaz propagandista del Budismo Zen
por los que se han salvado alguna vez de los accidentes
       que la nota roja llama substanciosos
& que de paso -por ahora- no se cuentan entre las flores del Absurdo
Así en el trapecio en el alambre de equilibrio de este circo de mil pistas
un abuelo platica la emoción que sintió al ver a Gagarin
        revoloteando como una mosca en el espacio
& lástima que la nave no se llamara Icaro I
que Rusia sea tan ferozmente antitroskista
   & su voz entonces se disuelve
      da de tumbos
   entre aplausos & abucheos
la Realidad & el Deseo se revuelcan/ se destazan/
      se desparraman una sobre otra
como nunca lo harían en un poema de Cernuda
corre espuma por la boca de aquel que dice maravillas
& pareciera que vive en el interior de las nubes
            & no en los baldíos de este barrio

El aire húmedo de abril el viento lascivo del otoño
         el granizo de julio & agosto
todos presentes aquí con sus huellas digitales

Alcohol orines/ qué no habrá servido de abono a esta yerba
cuántos jardineros sin el sueldo mínimo dejarían en esta trampa
                            sus escasas proteínas

Por ahora tú te tiendes bocabajo a la sombra de las piernas
             largas & velludas de los parques
         donde se reúnen
el que sueña con revoluciones que se estacionan
            demasiado tiempo en el Caribe
el que quisiera arrancarles los ojos a los héroes de los pósters
para mostrar al desnudo lo hueco de la farsa
la muchacha de ojos verdes gatunos & fílmicos
aunque a lo mejor acercándose resultan azules
           o quién sabe
el estudiante todo adrenalina & poros revoltosos
el que no cree en nadie/ ni en la belleza kantiana
        de algunas admiradoras de Marcused
& estalla gritando que estamos podridos por la furia
deshidratados con tanto tomo de teoría
la putilla de ocasión que comparte el torrente de su soledad
                           con los desconocidos
dejando que la balanza de la oferta & la demanda
la inclinen la gracia la simpatía las vibraciones repentinas
     -el Azar: ese otro antipoeta & vago insobornable-
los que vienen aquí a llorar/ hasta tallarse -como en madera-
        un rostro de mártir paranoico
después de destrozar -& no precisamente de entusiasmo-
            las butacas de los cines
el que escribe su testamento o su epitafio
        en una servilleta arrugada
& luego lanza besos al aire -& todo mundo supone
que celebra su cumpleaños/ o el divino himeneo de antenoche-
& todas las hipótesis resultan frágiles para explicar
por qué utilizó una pistola & no un bote de pintura
si parecía capaz de seducir hasta la calentura/ el pulso
                          & la pupila del Giotto
el que siempre saluda con Yo estoy desesperado/ ¿y usted?
los que se aman rabiosamente como perros callejeros
     -en las verdes & en las maduras-
& uno los llama enamorados floridos
   & son un afrodisíaco
no solo para la sensibilidad de Marc Chagall
los que conocen en persona a la muerte
a la hora en que el suicidio se vuelve una obsesión
unas ganas despeinadas de morder & ser mordido
de poner un hasta aquí a tanto castillo de arena
            que parece inderrumbable
de inventarse por segundos un poder
que las revolvedoras de cemento cotidianas te desbaratan
             como si fueras un papel de estraza

Y entonces comprendes al que quisiera sepultar bajo toneladas
                                             de plantas
         edificios / tierra negra
el menor latido / la taquicardia de su historia íntima
te contagia el nerviosismo la intranquilidad de los que
hacen como que respiran / como que poseen un cierto dejo
                de plantas carnívoras
& se pasan horas esperando a la compañera Ternura
           esa call-girl que raras veces llega
los que vienen escapando de los gases lacrimógenos
           & las macanas de las grandes avenidas
de las grandes & las pequeñas manchas
      que ya no tienen remedio con aroma de pino
            o la caricia de un kleenex
los que ignoran quiénes son ni lo quieren saber/ cuando el clima
                 tiene pero fama cada día
los eternos enfermos de amnesia que se chupan el dedo de alegría
   porque aquí & no en Miami está el Paraíso Terrenal
los que juran declarar esto territorio libre isla independiente
   que no degenere en chatarra ruina supermarket

En el instante en que una canción de moda
            enreda su ritmo
a la peculiar batucada de la lluvia
& se instaura un orden fatalmente momentáneo
para que sigan dominando la escena
       el cabello en desorden
          los enormes ojos húmedos
& como surgida del claroscuro mismo de la noche
aparece una niña con los puños embarrados contra los muslos
          repitiendo 1, 2, 3 veces:
Yo no soy un objeto sexual, no lo soy robots,
    estoy viva / como un bosque de eucaliptos
Aquí donde la norma es ser implacablemente amables los unos
                                     con los otros
  & este es el mal menor

El parque tiembla / mis pasos interiores me llevan por las calles
                       de un puerto de mar verde
    que los nativos llaman Mezcalina

      Una sensación hasta ahora desconocida
como saber a ciencia cierta a qué sabe el A.D.N.
           después de hacer el Amor

Si esto no es Arte me corto las cuerdas vocales
mi testículo más tierno dejo de decir tonterías
         Si esto no es Arte
la rama de un árbol se dobla bajo el peso de un gorrión
o mejor dicho un gorrión termina por hacer trizas una rama
                                     ya quebrada
   Aún estamos con vida
de alguna manera hay que llamar a las islas de cristales
que con lujo de violencia patean las zonas más blandas de tus ojos

La realidad parece de mica de miniatura a escala
pero también tus párpados tu percepción & su camisa de fuerza
           la materia & la Energía
& el ánimo para meter tu lengua entre su lengua
este es un día insólito
    vibrante cotidiano anónimo
terrícola a más no poder como solemos decir
      los días de fiesta o durante los cateos cada vez
                      más frecuentes de las casas
el miedo te ilumina el estómago & te lo quema
   NO HAY ANGUSTIA AHISTÓRICA
   AQUÍ VIVIR ES CONTENER EL ALIENTO
            & DESNUDARSE


Poesía: aún estamos con vida
      & tú me prendes con tus fósforos
         mi cigarro barato
& me miras como a un simple cabello despeinado
   temblando de frío en el peine de la noche

     Aún estamos con vida

una mariposa de ojoverde & alasamarillas
   se ha prendido en la solapa azul de mi chamarra
-mi cuerpo de mezclilla
     se siente seductor radar humano imán de polen
adquiere por momentos la convicción de una galaxia
                                  en pequeñito
   cantando puras locuritas
          entre Ohs de asombro-

¡Pucha qué luna!
  exclama el millonario en soledad
        & mísero en empleo
al que apenas ayer lo despidieron
   porque no le emocionaban los cortocircuitos
          de la cafetera burocrática

¡Qué luna!
como uña cortada
-como un gajo de esperma
    suspendido
  sobre el lomo negro de la noche

cuando se escucha
   un crujir de nueces aplastadas -crac-
el zumbido el lloriqueo de una ambulancia
que otra vez no llega a tiempo

el rumor de las lagartijas con manchas de leopardo
    trepando traviesísimas por la enredadera
              en busca de alimento

los últimos ruidos de un picnic
    donde la Desolación ha hecho de las suyas
& ha acabado voceando la proximidad del viento
               que todo mancha & roe

Sin embargo uno aún camina por aquí como gorrión feliz
como Chaplin el día en que besó por primera vez a Mary Pickford
alguien pasea con un radio de transistores que parece su segunda oreja

Galileo descubre la ley del péndulo observando
      el columpiar dulzón de estos amantes
violentamente unidos & medioconsumidos por la niebla
creyendo los muy necios que el Amor a dentelladas
        terminará por brillar en Technicolor
Y esto en el mismo M2 a la misma hora
      en que el Polo Norte & el Polo Sur
      la Tesis & la Antítesis del mundo se conocen
como un aerolito incandescente & un ovni en problemas
        e inexplicablemente se saludan:
Yo soy el que se ha grabado en la espalda de la chamarra de mezclilla
la frase: El núcleo de mi sistema solar es la Aventura
Me
 llamo así pero me gusta que me digan: Protoplasma Kid

Tú eres el que se muerde las uñas mientras hojeas la sección
                                     de crímenes
con los dedos confundidos en lo tieso de la hoja del periódico
      pero
¿son las noticias
los que las reportan
   los que las leen como una
        droga necesaria?
¿Quiénes Sherlock Holmes son los asesinos?

Dadas las circunstancias desconfías hasta de tus propios ojos
forcejeos corretizas pleitos de qué calibres
       se esconden bajo las ropas más rasposas

los miedosos se trepan a los árboles
    los más ágiles prefieren andar señalando con el dedo
el momento exacto en que la atmósfera se enrarece
                 hasta decir basta
& comienzan a derrumbarse los aviones como en una secuencia
      de cine mudo en la que los brazos de los moribundos
            se mueven como aspas
sin explicarse el porqué de ese horizonte ensalivado por el fuego

Aunque el cielo -aparentemente- se vea sobrio & despejado
    como enemigo irreconciliable de las Artes Plásticas
& casi nadie repare en el loquito que besa lame muerde su reloj
                                      sin manecillas
mientras pregunta se estará enfriando la tierra
       no nos estaremos saliendo de la órbita???

seguro de que en un caso así hasta Jerry Lewis lloraría sinceramente.


MarioSantiago Papasquiaro

sábado, 12 de octubre de 2013

Sobre la naturalización del poder y la tarea crítica de la filosofía.

Frecuentemente me encuentro con afirmaciones que me preocupan, tanto propias como ajenas. La forma en la que entendemos el mundo no tiene nada de "común" y mucho menos de "sentido", muy por el contrario, en ella se juegan una serie de construcciones e imposiciones históricamente determinadas. Nuestros conceptos no brotaron de la nada, individualmente los mamamos de nuestra cultural, de nuestro entorno familiar-social y de nuestro bagaje cultural (en el más amplio sentido de la palabra); socialmente los conceptos son resultado de creaciones individuales que se asumen como verdaderas y se reproducen en el discurso y la práctica. La fuerza de inercia que genera esta asunción socio-cultural de los conceptos es tal que efectivamente construyen un mundo, hacen comprensible el mundo, hacen intercomunicable la experiencia, y generan una identidad, aunque sea difusa, entre los miembros que las reproducen y las comparten. Es, digámoslo  así, normal que no nos cause extrañeza los términos y prácticas con las que actuamos en el mundo.
Pero inmediatamente surge el conflicto, nos encontramos constantemente con que nuestras conceptualizaciones no captan la realidad del todo, nos confundimos, en el mejor de los casos; en el peor de los casos ni siquiera vemos tal desface, ni siquiera nos plantea un problema lo que entendemos por bello, bueno, justo, etc... Pero no por que no nos parezca problemático significa que es verdadero. Más temprano que tarde nuestra experiencia individual y social se encuentra con la diferencia. Y entonces opera la segunda función de los conceptos sociales, la función normativa. Normamos la diferencia, esto quiere decir, la hacemos corresponder con las ideas que tenemos, pero esta vez en negativo. Si la idea que yo tengo de la mujer es una de sumisión, belleza, fragilidad e inferioridad, cuando me encuentre con cualquier mujer ya anticiparé cierta conducta que debe tener y la mujer, si comparte mi idea, se comportará efectivamente así. Pero ¿y si no la comparte? Si por alguna experiencia individual o grupal la mujer quisiera actuar diferente ¿cuál sería mi reacción ante ella? ¿Estaría en la posibilidad de admitir su comportamiento, de comprenderlo?
A nivel individual no es mucho lo que yo puedo hacer contra la diferencia, rechazo, exclusión o violencia física, psicológica o simbólica, pero siempre limitada a mis capacidades individuales. Socialmente el proceso es más siniestro. La sociedad tiene mecanismos con los que se reproduce, y con los que se autoconserva, y esos mecanismos son por ejemplo las instituciones: familia, estado, leyes. Esas instituciones funcionan con los conceptos que ya hemos nombrado, y generan ciertas conductas, norman la comprensión y excluyen como negativo, "ilegal", todo lo que esté fuera. Se justifican en que lo ilegal nos impide convivir, en que  lo diferente copta la convivencia armoniosa. ¿No es el argumento contra el derecho homosexual a la adopción el que dice que si se tolera esa práctica se altera el funcionamiento de la familia y el sano desarrollo de los niños? ¿Se tienen elementos reales para decir esto o sólo se dice porque no se tienen casos que lo comprueben?
Entonces lo social al instituir conceptos, al hacer de las ideas y experiencias colectivas, prácticas y discursos reproductibles, genera lo deseable, lo bueno, lo "normal". Pero lo social siempre se alza como un fenómeno abstracto, la  institución es aquello que para funcionar "en todos los casos" niega una especificidad. Tomemos como ejemplo de nuevo la idea de "familia", esa institución que pretende reproducir biológica e ideológicamente la sociedad naturaliza ciertas formas de relación: hombre-mujer, padres-hijos, parientes-amigos, etc. Pero es "ciega" a las variaciones,  que de hecho se dan en el mundo de la vida: hombre-hombre, negación de la relación por los vínculos sanguíneos, abandono de la tutela de los hijos, incesto, entre muchas otras. Estas relaciones se plantean como  un "afuera" de la institución como relaciones "no-familiares". ¿Es esto de suyo negativo? No precisamente, hasta que vamos al ámbito de las prácticas. En las prácticas una relación de hombre-hombre o mujer-mujer es vista como una relación no familiar a la que por lo tanto no se le pueden adjudicar los mismos derechos civiles, como el derecho de adopción, de matrimonio, de bienes mancomunados, de beneficios bancarios y de herencia etc. En la práctica esta diferencia, al no reproducir la institución, al desestabilizarla, queda excluida de una participación social. En el margen es sometida a "legislaciones especiales" en el mejor de los casos, en el peor es absolutamente ignorada.
Entonces el ámbito de lo social genera instituciones, la sociedad política antecede a la civil, si hacemos caso a los análisis de Marx. Lo civil es lo que triunfa en el ámbito político, y lo político es una domesticación de la política (del ámbito del acuerdo y del conflicto). Entonces lo social establece modos legítimos de relación política (de posibilidad de tomar acuerdos y de participar en el conflicto sin ser visto como "enemigo"). Esto quiere decir más o menos que la capacidad de los grupos e individuos de participar en la toma de decisiones colectivas está relacionada con su apego a cierta institucionalidad. Por ejemplo, sólo las familias que correspondan al concepto social de familia son pertinentes para que se les tome en cuenta en las legislaciones, reformas y prácticas sociales de lo familiar.
Todo esto tiene una base material, el hecho de que la sociedad necesita reproducirse materialmente, y adopta los medios más eficientes para esta reproducción. Lo que funciona se hace deseable, y lo deseable se hace costumbre, norma. Las clases dominantes lo que hacen es asegurar sus propia conservación manteniendo un orden social, reducen toda la reproducción social a su propia reproducción y mediante los aparatos ideológicos fomentan en el resto de  la  sociedad la idea de que es deseable el orden social que los mantiene. En esto también son actuales los análisis de Marx.
Ciertamente que tanto como dominadores como dominados reproducen un sistema y  sus  instituciones que perpetúa las diferencias (e injusticias) que genera. La clave básica de esta reproducción es la normalización de las ideas institucionalizadas a través del saber y la ley; y además la negación de la  diferencia por éstos mismos medios. Sólo basta ver la insistencia de nuestras sociedades modernas con respecto al  saber científico como fuente de verdad y como fundamento para  las nuevas legislaciones.
Entonces la sociedad hace ver a los sujetos que la conforman un mundo ya formulado, donde las relaciones sociales de inclusión y de exclusión han sido siempre de esa manera. Inclusive se reformula el pasado a partir de la situación presente (la función ideológica-mitológica de la Historia). Esto nos hace ciegos a la diferencia, invisibiliza a las llamadas "minorías" que ciertamente muchas veces no son minoritarias (el caso de las mujeres, los indígenas, homosexuales, otras razas, otras religiones). Su condición minoritaria es una condición política, no cuantitativa. Al ser invisibilizados no pueden ser efectivamente contabilizados, porque no se tienen conceptos para comprenderlos, están por decirlo así "fuera del mundo social".

¿Qué hacer?

En la misma frecuencia con la que escucho afirmaciones que naturalizan la violencia, injusticia y opresión resultantes del sistema social establecido, encuentro una resistencia a repensar los discursos. Esta resistencia se da cuando: o bien el discurso no da cuenta de sus términos (no sabe por qué dice lo que dice y cree estar "agarrando" la realidad cuando dice lo que dice); o bien se niegan a una reformulación de los mismos. Les parece una tarea ociosa, terca o egocéntrica la voluntad de cuestionar estos discursos en los que naturalizamos las cosas y en los que pretendemos comprender el mundo (aunque ciertamente comprendemos ese mundo, esa idea del mundo que es nuestra sociedad). Se dice que el pensamiento, las palabras, no pueden "modificar la realidad". Pero sin embargo esta "realidad" inmarcesible e inamovible que no se puede modificar por medio de las palabras está ciertamente expresada a través de palabras y conceptos con los que nos referimos a ella y con los que la comprendemos. No encuentro ocioso por eso mismo repensar y replantear esos términos. Frente a la invisibilización de la diferencia, un término que busque dar cuenta de esa especificidad no sólo hace comprensible un nuevo sector que antes estaba "fuera del mundo"  sino que lo introduce al ámbito del intercambio de razones. El ejercicio de repensar los conceptos, y de criticar los conceptos ciertamente aclara el mundo.
Uno de  los principales problemas para este ejercicio es que tendemos a no criticar nuestra comprensión de las cosas, ¿qué elementos tenemos para hacerlo? En realidad pocos. La mayoría de nuestros saberes reiteran y confirman nuestros prejuicios y es porque en las sociedades tecnocráticas y en las tradicionalistas el saber cumple una función no  de conocimiento sino de normatividad. Dice lo que es pensable o no coherentemente, y lo que es pensable está en función a su lugar en el mundo. Lo impensable es visto como imaginación, como locura o como simple ficción. Pocas veces con la aplicación del saber disponible podemos repensar el mundo, repensar la diferencia y la pluralidad. Es entonces que el ejercicio crítico se presenta como un ejercicio reflexivo (abandono el hecho de llamarlo filosófico porque la filosofía se ha identificado en nuestros días con una forma específica de saber y no con una actitud). Suspender esta naturalidad del mundo, o de nuestra comprensión del mundo, precisamente para disociar comprensión y realidad. Para problematizar la realidad, esto, desde Descartes, sólo se da a partir de una duda, de un ejercicio reflexivo que no pretenda tener ninguna certeza. Entonces el fenómeno se muestra a sí mismo, permitimos que nos muestre una faceta que hasta entonces se ocultaba, o que se muestre del todo, o que se oculte. Y esto es un "riesgo", des-naturalizar el mundo, es hacer ajeno lo que hasta ese momento veíamos como propio, es ver las instituciones como absolutamente arbitrarias, es ver el orden como contingente. A nadie le gusta vivir en tal desamparo, por eso inmediatamente después de la suspensión (después no es aquí un sentido cronológico) tendemos a una reeinterpretación, pero esta vez alimentada con la nueva comprensión que nos dio el objeto desde sí mismo. ¡Ahora puede a pensar(me) homosexual, mujer, indígenas! ¡Devengo otro, lo otro! Lo que era ajeno se me hace próximo, lo que no me planteaba problema cobra su caracter problemático. Pero, una vez más es necesario preguntar, ¿por qué? o más bien ¿para qué?
Una reflexión filosófica se funda más en las preguntas que deja abiertas que en las respuestas que ofrece, por el momento más que la voluntad por una figura del mundo que le haga justicia a la pluralidad del mundo, y esto es, que tenga la posibilidad de comprender las formas otras de vivir, de ser, de actuar, de pensar, no podría ofrecer algún otro ¿para qué? Es quizás un deseo de modernidad, si tomamos el sentido original que algún día tuvo el término, el de la emancipación de las personas de aquellas formas de dominación que los oprimen. ¿Por qué? Porque me entiendo oprimido, y opresor, porque no puedo salvarme sin salvar mi circunstancia, y mi circunstancia también es mis relaciones con  los otros, que no pueden ser creativas y  significativas si están mediadas por relaciones de dominación y de exclusión.
La apuesta por un ejercicio reflexivo, es primero, la apuesta por una vida digna, por un vivir mejor, pero como no vivo en  soledad, como nada tiene sentido si es un simple rollo que me hecho a mi mismo, sí es una simple idea con la que me convenzo (sublimo) de que las cosas son como efectivamente las pienso, entonces todo  ejercicio reflexivo debe ser el ejercicio de despliegue de lo otro. Si se me permite el malabar semántico: re-flexiono mi papel en la sociedad para desplegar las posibilidades que cualquiera pueda tener. Y estas posibilidades no son invenciones mías (quizás sí las palabras para nombrarlas), una vez más me acuerdo de Marx, esta vez en la Carta a Ruge, cuando dice: "el nuevo mundo no vendrá desde fuera, no será anticipado por el pensamiento, sino que será descubierto en la crítica del viejo mundo." Si yo quiero un mundo nuevo, no debo sacarlo de mi imaginación,  de mi fantasía, de mis deseos, hay que elaborar la  crítica de este mundo, para en esa crítica (que no siempre es discursiva, la acción es otra forma de conocimiento, aunque no  es este el espacio para exponer eso) descubrir el nuevo mundo que anhelo. ¿Cómo sé que este mundo es injusto? ¿Por qué desear un mundo otro? ¿Para qué hacer filosofía? Son  preguntas que siguen girando, abiertas, pero en el intento de su respuesta ya está su validez, ya está su verdad.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Ópera de la Tempestad

Quizás estés ahí, y hermoso sea que no te llames hombre.
entre todo lo creado será una hermosura
esta inmensa isla de trigo,  cuando nadie te nombre
Cuando Nada te nombre.
Adriana Tafoya

Qué tal si el mundo fuese
                    [un hombre enojado, furioso.
Un hombre hambriento, raído;
       roto paño amarillándose, a secas. 

Si el mundo es la desesperación de un hombre,
       hombre hecho pedazos por dentro
carcomiéndose,
ansioso en su rencor;
hombre necesitado de comida,
tacto, confianza.
                           De un beso:
                  con urgencia de ser
brutalmente desmembrado por alguien 
        y reconstruirse. Con necesidad
de dirigir el ruido en el espejo
de armar el rompecabezas sobre el piso
     y juntar cada pieza
para elevar los ojos y en ellos, concebir
                              [una nueva mirada.
      Qué tal si el mundo es
un hombre que de verdad lo intenta,
y vuelve a encontrarse
con el mismo hombre cada vez que lo logra,
con los mismos dientes, la misma angustia,
           con el mismo gesto
arrogante, impasible,
resignado a cargar sobre los hombros
su narciso enfermo
      su orquídea vacía       su filosa llama.
Qué hacer para ayudarlo
          si es un viejo sin escrúpulos,
cómo abrir el grillete de su soledad sangrante
hacerlo descender de la ruleta rusa
salvarlo sin una bala
trozar su redondo sí
          Cómo limpiarlo de su cuerpo,
de su apretada boca:
empujarle a salir de su mente en ruinas,
taciturna entre las cuatro paredes
de un santuario;
cómo esfumar la puerta
         de la casa en llamas tras de sí:
cómo lo quemas sin volverle tizne,
lo ahogas, sin hacerlo humo
cómo desfiguras su maldito rostro
que no se cansa de reflejar las arrugas del miedo.
Cómo volverse otro cuando el Uno es Uno mismo.
Qué tal si el hombre
olvida el atavío, la cara
          la ceniza, la lumbre,
el polvo y el muro que contiene al agua,
qué tal si anega hasta el último cabello
en el mar
a media noche,
para ver la lluvia desde el fondo de un pozo,
qué tal si se hunde en la cabeza encrespada
del azul
                   e igual que un pez
ondula, oscila, encorva. Igual que ojo
frío se cierra. Y después
se mantiene quieto.
        Qué tal si el mar lo retorna en su lengua
--al que fue hombre-- con un verso, desnudo
sobre las rocas, atravesado por la luz,
                            sin ropaje
como la noche, exacto al compás
con el que avanza la tierra,
al mismo ritmo,
al mismo pie, igual que si de pronto
debajo de la lluvia y el fuego fuera un niño
que mira a través de las cosas
en cada uno de sus instantes
            [y cada una de las palabras
a Sidérea, viva en su mente, murmurando,
en una extraña fonética de aves, o dunas,
en cántico --que semejante al agua-- quema.

          Qué tal si vuelve el que era Nombre
         ya sin casa, ya sin tiempo, ya sin hambre,
                  ya sin amo, ya sin furia. 


Andrés Cisneros de la Cruz, "Ópera de la Tempestad" p.12-16

martes, 24 de septiembre de 2013

"Yo mismo me había preguntado si el filósofo no había estado obsesionado, durante un período aún más largo, por la quimera de un pensamiento puro Y conviniendo, de acuerdo con la misma inspiración, que en la práctica el filósofo se había consagrado siempre a un trabajo de expresión, a la producción de una obra en la que se buscaba el pensamiento a través de la escritura --desvelándose e inventándose a la vez--, de manera que el pensamiento nunca había sido transparente para sí mismo, y que la noción de transparencia no daba cuenta de su camino, yo concluía que la cuestión, la indagación de ¿qué es pensar?, ligada como estaba a la cuestión de la escritura, se había convertido, aún más, en nuestro tiempo, en la pregunta propia de la filosofía.
¿No debía sacar dos consecuencias de esta reflexión? La primera sería que el filósofo se encuentra inducido a acoger, y no a rechazar, su vocación de escritor y a reconocer lo que une a la filosofía con la literatura. La segunda sería que si la cuestión que lo singulariza como filósofo es "¿qué es pensar?", ésta no podría circunscribirse, definirse, en el sentido tradicional, como una cuestión de conocimiento, una cuestión que pone a un sujeto en la dirección de su objeto, una cuestión que invitaría a remontar hacia un origen para desplegar y dominar las articulaciones de un campo de conciencia. Se trataría más bien de una cuestión inubicable e indeterminable que acompaña a cualquier experiencia del mundo: bien surge de las  relaciones sensibles y más generales inscritas en los órganos de nuestro cuerpos, que lo abren a la vez a los otros y a las cosas, y los imprimen en él; o de esas relaciones formadas en nosotros por el hecho de nuestra implicación en una cultura, y, aún más allá, en una historia de la humanidad. En este sentido, aquello que llamábamos "exigencia filosófica" nacería y renacería por todos lados y sólo estaría regida, para el filósofo-escritor, por la apelación a la obra en la que la cuestión permanece en busca de sí misma y se reitera desde todos los lugares a los que su deseo singular la ha conducido.
Antes citaba la fórmula de Merleau-Ponty: "El ser es aquello que exige de nosotros creación para que de él podamos tener experiencia." Pero, ¿deberíamos de conservar el singular (el ser)? Aquello que el término señala, ¿podemos aún darle la fuerza de un nombre si como el mismo autor lo escribe alguna vez --marcando de ese modo su reserva respecto a Heidegger--, sólo hay ontología indirecta, esto es, en el desciframiento de los entes y en la aventura de la expresión? Y por referirnos a lo que nos hace pensar y hablar, si hay que dejarse desplazar por el pensamiento y por la palabra; si el mismo movimiento nos desarraiga y nos arraiga, no debe reivindicar aquel que conoce la atracción de la filosofía el vagar de un sitio a otro y acoger deliberadamente esta vida nómada; envolverse en ese torbellino que, para cada uno y sin que lo sepa, instituye y confunde sin cesar las fronteras del aquí y del allá, del dentro y del fuera."

Claude Lefort, "La incertidumbre democrática." p. 18-19 Ed. Anthropos.